Tal vez conozcas la historia del Cristo de la Calavera, porque son muchas las leyendas que atesora la ciudad de Toledo y sus laberínticas calles. Rincones escondidos que dejan ver historias de duelos, desamores, pasiones, muertes…
Escuchar estas leyendas en cualquier rincón toledano, testigo del paso del tiempo, iluminado por la tenue luz de la farola, es una experiencia única que no puedes perderte si vienes a la ciudad imperial.
Y, si además lo haces por la noche, cuando la ciudad cambia por completo, mejor que mejor.
Muchas de las leyendas que aquí podemos encontrar tienen, como trasfondo, la historia de las tres culturas, amores clandestinos entre jóvenes de diferentes culturas… Otras son leyendas que tienen como protagonista los famosos duelos que, durante los siglos XVI y XVII fueron más que frecuentes y una manera de defender el honor y arreglar ciertos asuntos.
El devenir histórico de la ciudad ha propiciado que muchas historias se adornasen hasta tal punto que se convirtieron en historias legendarias.
Pero también podemos encontrar leyendas del gran Gustavo Adolfo Bécquer que se narran en diferentes rincones de la ciudad: “El beso”, “El Cristo de la Calavera”, “Las Tres Fechas”, “La Ajorca de Oro”, “La Rosa de la Pasión”, etc.
La leyenda de un duelo
Una de estas leyendas, “El Cristo de la Calavera”, tiene como protagonista un duelo… un duelo que se va a llevar a cabo por amor… Algo también muy habitual.
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La leyenda del Cristo de la Calavera se ubica muy próxima al Alcázar y a la plaza de San Justo, en la Calle que lleva su nombre, calle del Cristo de la Calavera. En el barrio templario y mudéjar de la ciudad de Toledo, se trata de una de las zonas más desconocidas de la ciudad y que, muy poca gente, pasa por sus calles.
Allí puede leerse, en una placa junto a un pretil: “Habían llegado a la calle del Cristo, y la luz que se divisaba en uno de sus extremos parecía ser la del farolillo que alumbraba en aquella época y que alumbra aún a la imagen que le da su nombre.
En esta calle Bécquer situó la acción final de su leyenda, el Cristo de la Calavera”.
Llegó la hora en la que el monarca, Alfonso VIII, tenía que partir a la batalla. Por este motivo, la noche antes de su partida, decidió realizar una fiesta en el Alcázar. A esta fiesta fueron invitados muchos nobles de la ciudad. Entre esos nobles toledanos, se encontraban dos amigos, don Lope de Sandoval y don Alonso.
Cuál fue su sorpresa cuando, en un momento de la velada, aparece doña Inés, dama principal de la corte.
Era tal su belleza que no pasó desapercibida. Todos quedaron prendados de ella. Eso sí, don Lope y don Alonso se esforzaron por conseguir acercarse a ella. Enseguida empezaron los piques entre ellos dos. Querían ganarse el favor de la dama. Tan tensa se volvió la situación, que ambos rivalizaban con gestos y guiños ante el asombro de los presentes.
De repente, la dama pasó por su lado y uno de sus guantes cayó al suelo. Los dos nobles, don Alonso y don Lope, no dudaron en abalanzarse sobre él para recogerlo y devolvérselo. Pero, en ese mismo momento, ambos lo cogieron y cada uno tiraba de un extremo para uno de ellos ser el afortunado en devolvérselo.
En ese preciso instante, el monarca se acerca y les quita el guante.
Él fue el encargado de devolvérselo a la dama doña Inés. En ese momento, la amistad de don Lope y don Alonso se vio quebrada. Ambos sabían que se habían enamorado de la misma dama y que tenían que resolver el asunto desenvainando sus aceros.
Esperaron a que la fiesta acabase y, una vez que se terminó, buscaron un lugar que estuviese apartado y en el que hubiera algo de luz (un candil…) para poderse ver las caras y batirse en duelo.
Había llegado el momento de ver quién merecía quedarse con la chica. Ese lugar fue la calle donde hoy se ubica la calle del Cristo de la Calavera. En ese lugar había un Cristo, apoyado sobre unas tibias y una calavera y que contaba con un candil que siempre estaba encendido… Ese Cristo sería testigo de este duelo entre amigos.
Tras una breve oración al altísimo, ambos, desenvainaron sus aceros. Cuenta la leyenda que, tras chocarlos, la luz del farol se apagó un instante, dejándolos completamente a oscuras. A los pocos segundos, el candil volvió a lucir.
“¡Habrá sido el viento!”, dijo uno de ellos. Enseguida, retomaron lo que estaban haciendo.
Pero, de nuevo, al chocar los aceros, la luz del candil se volvió a apagar. Nuevamente, ambos, se quedaron extrañados de tal suceso porque no entendían cómo la luz podía haberse vuelto a apagar.
A los pocos segundos, volvió a encenderse y, aunque extrañados, volvieron a retomar la acción. Pero, cuenta la leyenda que, la tercera vez que chocaron sus espadas, la luz volvió a apagarse, al tiempo que un fuerte zumbido les hizo caer al suelo presas del pánico. Ambos comprendieron que podía ser una señal del altísimo que les pedía que no arreglasen ese asunto de esa manera.
Dios estaba evitando que ambos perdieran la vida.
Ambos, debido a tal suceso, decidieron acercarse hasta la casa de doña Inés, ubicada cerca de allí para que fuera ella la que eligiera con quién de los dos quería estar. Cuando se aproximaron al palacio, pudieron comprobar cómo la ventana estaba abierta de par en par, doña Inés de Tordesillas se encontraba asomada al tiempo que, cariñosamente, estaba despidiendo a un joven noble que descendía hasta el suelo ayudándose de una cuerda.
Los dos amigos comprendieron que habían estado a punto de perder la vida por un amor que no iba a ser posible y soltaron una sonora carcajada que la propia doña Inés escucho y que provocó que se metiera a su casa presurosa.
Ella pensó que alguien la había visto.
¿Cómo termina esta historia?
A la mañana siguiente, cuando todos los soldados se disponían a partir de Toledo, doña Inés estaba en el estrado esperando ver al vencedor del duelo de la noche anterior. Cuál no sería su sorpresa cuando, al pasar don Lope y don Alonso por delante de ella, ambos irrumpieron en la misma sonora carcajada de la noche anterior al tiempo que se agarraron por los hombros.
Doña Inés comprendió que la habían pillado la noche anterior y calló ruborizada a los pies de la reina.
Esta es la leyenda del Cristo de la Calavera. Un lugar que, si vienes a Toledo, tienes que conocer. Escuchar las leyendas en el sitio donde pudieron ocurrir es una experiencia única.
Nosotros te invitamos a conocer esta y otras muchas leyendas toledanas.